- Hay personas que pasan hambre. En Asia, África, América… y también en Europa. Más cercanos, en Madrid, Soria, Zaragoza, Logroño… Nos cruzamos con ellos a diario.
- No son únicamente los mendigos y los vagabundos; son muchas mas las personas que pasan hambre en todas las ciudades de nuestro mundo civilizado. No pensemos solo en pobreza absoluta, en la pobreza tradicional. Contemos –al hacer los cálculos- con la pobreza relativa, la de aquellos a quienes quizá no les falta un techo ni viven envueltos en andrajos, pero carecen de todo lo demás.
- Con los muchos jubilados y pensionistas que todos los meses cobran un sueldo de miseria, con los enfermos y disminuidos físicos, son las gentes en paro, los deficientes psíquicos, los exdrogadictos en vías de rehabilitación, los inmigrantes, etc. Todas estas personas forman un gran ejercito de necesitados ante los que no podemos pasar despreocupadamente.
- No es solo el Estado quien ha de hacerse cargo, somos nosotros, los hombres y mujeres concretos, quienes tenemos el deber de ayudarles. Es necesario tener un mínimo de sensibilidad social. Ser pobre es duro, pero solo en una sociedad que gasta y malgasta sin ningún criterio sólido, puede llegar a ser cruel.