Una de las primeras manifestaciones externas del desarrollo socioeconómico de las naciones es la abundancia de alimentos.
El mundo desarrollado produce hoy alimentos en cantidad y calidad suficiente para la mayoría de su población. Y a pesar de estos avances, aún hoy para millones de personas en todo el mundo el hambre es una amenaza real y una desdicha cotidiana.
Las pérdidas y el desperdicio de alimentos son señal de un funcionamiento ineficiente de los sistemas alimentarios y de una falta de concienciación social.
Por lo tanto, reducir drásticamente ese volumen de pérdidas y desperdicio alimentario es un imperativo moral de los poderes públicos y de los operadores de la cadena de suministro.
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